jueves, 22 de abril de 2010

Historias extraordinarias que valen la pena ser contadas



En los últimos días hemos tenido muchas oportunidades para evangelizar y se comienzan a acumular las historias extraordinarias que han tenido lugar, así que es hora de que sepan aunque sea grosso modo la forma en que Dios se está moviendo.

El sábado 6 de abril tuvimos una tarde de evangelismo en la Alameda con un equipo de Monterrey (Hijos del Rey) y mientras los y las jóvenes hacían dramas la gente se juntaba para ver y al mismo tiempo podíamos conversar con esas personas sobre el mensaje del drama. Así es como tuve la oportunidad de hablar con una joven que iba con su pareja y un niño de escasos dos años, fue como en un impulso que me acerqué a ella y le pregunté qué pensaba de la obra que acababa de ver y ella sólo me contestó “me ha tocado mucho, porque me recordó de donde salí yo”; así que decidí seguir conversando con ella para preguntar cómo está ahora su vida y al mismo tiempo animarla a no caer ni mirar atrás. Hubo un momento en la conversa donde pregunté cómo estaba su relación con Dios y si estaba asistiendo a una iglesia, fue entonces que ella me dijo que justamente en los días pasados había estado inquieta y que quería asistir a un lugar donde congregarse pero que no sabía en donde y que le preocupada estar en el “lugar correcto”, y que el hecho de habernos encontrado ese día y haber hablado al respecto, sabía que otra señal más para buscar con perseverancia un lugar en donde congregarse, pudo reconocer que Dios la está atrayendo hacia él y que quiere más de ella y que esté firme. Así que agradecía a Dios que ese día nos colocó en el lugar y tiempo correctos para recordarle que la sigue esperando. Yo sólo me quedé sorprendida de cómo Dios hace que entremos en su tiempo (kairos) para bendecir y animar a las personas que lo necesitan. Es aquí donde me imagino a Dios planeando las cosas y teniendo cuidado de cada detalle a fin de colocarnos en las situaciones correctas para ser usados por él, y a través de nuestra obediencia bendecir a las personas que igualmente ama y que aún no le han dado la oportunidad de aceptarlo y conocerlo.

Hace poco más de dos semanas, en nuestro día libre decidí dar un paseo en el centro pero al regresar a casa, me topé con un puesto de pizzas en el metro y decidí hacer una pausa para comer mi snack, de repente, la chica que atendía comenzó a conversar conmigo y la primera pregunta que me hizo fue “ ¿y tú, trabajas? A lo que de momento, no supe bien cómo contestar, así que comencé por decirle que ese era mi día libre y a explicarle lo que hacía dentro de JUCUM y que ese era mi trabajo, aunque no remunerado. Ella pareció entenderlo muy bien y me dijo que yo trabajaba entonces en los asuntos espirituales del ser humano, a lo que yo asentí. Enseguida siguió conversando y me dijo que ella antes estaba muy metida en “eso”, en las cosas de Dios, pero que se alejó por la falta de tiempo y porque sus papás dejaron de asistir al salón con los testigos de Jehová, pero que a ella le gustaba todo eso y que trataba de orar todos los días. Entonces vi que era una buena oportunidad para compartir más sobre quién es Dios y sobre su amor. Fue así como durante casi 3 horas estuvimos conversando sobre varias dudas que tenía acerca de la salvación y de la importancia de lo que Jesucristo vino a hacer a la tierra por nosotros. Yo la vi muy confundida y la desafié a buscar las respuesta en la Biblia, y a creer la Verdad escrita en ella, le recomendé además leer el libro de romanos porque le podía ayudar a aclarar sus dudas. Tuvimos tiempo suficiente para hablar de varias cosas, entre ellas me compartió su difícil situación familiar. Al final, en mi intento de estar en contacto con ella le di mis datos y también le pregunté si ella siempre estaba ahí, pero ella contestó que no, que siempre la cambiaban de lugar, así que sólo le dije que me mantendría orando por ella y nos despedidos, no sin antes ella decirme que mi “visita” ese día era especial, como una señal que Dios le enviaba para animarla a buscarlo con constancia y para volver sus ojos a Él; que se quedaba más tranquila y contenta. Y regresé a casa.

Poco más de una semana después tuve que volver al centro, y al entrar a la estación del metro donde la conocí, me acordé de ella, y me puse a pensar qué haría si la viera otra vez ahí. En primer lugar se me ocurrió darle un saludo desde lejos y seguir caminando porque tenía “prisa por volver a casa”, y por otro lado pensé que podía detenerme a saludarla por un par de minutos. Pero al final opté por dejar esto en manos de Dios, que si ella estaba en el mismo lugar quería decir que yo tenía que pasar a saludarla y si no, pues podría regresar a casa sin remordimiento. Y lo que sucedió lo dejo para la próxima actualización…